Deriva (II)

- ....
- ¿Dime?
- ....
- ¿¡Cómo!? ¡Apaga el motor, no puedo oirte!
- Falta uno.
- Ahora... ¿cuántos decibelios producirá este diesel? Quizás estemos por encima de los niveles...
- Digo que nos falta uno.
- ¿Un qué?
- Un pasajero.
- ¿Qué me estás contando, hombre? ¡Es imposible!. Los contamos cuatro veces desde que se montan en el barco. Cuatro.
- Pues falta uno. Salimos con dieciocho y han vuelto diecisiete.
- ... ¿Estás seguro?
- Eso, o he desaprendido contar.
- ¡Joder!... ¿sabemos quién es?
- El que preguntó por los sistemas de navegación. Buen tipo, muy curioso... venía sólo.
- ....
- ¿Qué hacemos?
- ... déjame pensar.
- Han pasado unas dos horas. Los neoprenos son ligeros, pero con esta temperatura en el agua podría darnos tiempo a llegar antes de que entre en hipotermia...
- ... eso si sigue allí.
- ¿Qué quieres decir?
- ¿Un buceador braceando solo en esa zona? Sé realista: no tardará en llamar la atención.
- ...
- Aquello debe ser un hervidero de tiburones a estas horas.
- Hijo de mil...
- Sólo verbalizo el pensamiento que ronda tu cabeza desde que comprendiste qué suponía para nosotros que hubiera diecisiete: dejémosle allí.
- Yo no soy así.
- ¿Y por qué sigues perdiendo el tiempo? No me necesitas para llevar el barco, conoces la ubicación y puedes calcular la deriva. Ya podríamos estar en camino. Sin embargo, sigues ahí, escuchándome.
- ...
- Ni siquiera tenías por qué habérmelo dicho: venía solo, no hay registro, no hay pruebas.
- ...
- Reconócelo...
- ....
- Probablemente ya es tarde, y aunque estuviera vivo sólo tendríamos problemas. Este no es uno de esos sustos que se arreglan con un té caliente y una plamada en el hombro. Es una neglicencia grave. Podríamos perder el barco, la licencia... podríamos ir a la carcel. ¿Puedes permitírtelo?
- Sabes que no...
- No hay nada malo en mirar por los tuyos...
- Yo....
- ¿Seguimos siendo socios?
- ...
- Socios pues.

Y su alma dejó de pertenecerle.

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